miércoles, 1 de septiembre de 2010

3

A la mañana siguiente me desperté demasiado temprano. Me metí en la ducha y cuando salí, ya vestida, desperté a Noelia.


-Eo. Tía, despierta. Tenemos que ir a lo de la casa –dije.

Se revolvió entre las sábanas y la miré, entre divertida e impaciente.

-¿Sabes? Esta mañana me pareció haber visto Danny Jones en el hall. Quizás siga aquí –dije.

Se levantó como si fuera un niño pequeño el día de reyes.

Me reí cuando ella se dio cuenta de que bromeaba.

-Já, que gracia. O sea, ¿que vas a utilizar a McFly de despertador? ¿Eh? –me hizo cosquillas y yo me reí sin control.

Después, ella se metió en el baño. La esperé para desayunar. Bajamos y observamos los cientos de cámaras y periodistas que había allí.

Uno de ellos nos hizo señas con la mano.

-Buenas, chicas. ¿Qué os parece la noticia?

-No sabemos de que habla –dijo Noelia.

-Les advertimos que no molestasen a los clientes. Fuera del hotel –dijo uno de los empleados.

Todos los periodistas se marcharon, y yo me quedé mirándoles.

Noelia me empujó hacia el comedor. Entré y miré a todas partes. La gran mayoría de las mesas estaban libres. A decir verdad, todas estaban libres menos una, ocupada por cuatro chicos. Me senté y les miré. Era difícil pues dos de ellos, ambos de pelo castaño, estaban de espaldas y los otros dos, rubios creí apreciar, quedaban tapados por los castaños. Esa mañana había buffet libre, así que me tuve que levantar.

-Oye, Noe, ¿no te resultan familiares las gafas que llevan esos chicos? Las que están encima de la mesa, digo –pregunté.

-¿Cómo no me van a resultar familiares? Son unas Ra…

-No, no me refiero a eso –la corté.

En ese momento, uno de los chicos castaños se levantó y se dirigió a donde nosotras estábamos.

Cogió una bandeja y nos miró. Pero nosotras estábamos como pegadas al suelo con pegamento al suelo. Sus impresionantes ojos azules nos tenían hipnotizadas.

-Disculpad… ¿Pensáis moveros? –Preguntó Harry Judd sonriendo.

Le miré, devorándole con los ojos. Las ganas de gritar se acumulaban a cada segundo que le miraba, pero me contuve.

Lo último que quería era asustarle.

-Perdón, lo siento mucho, de verdad –dije temblando como una hoja.

Sonrió y miró a Noelia.

-¿Estás bien? –Noelia estaba blanca y miraba a uno de sus ídolos con los ojos como platos-. Estoy acostumbrado a los gritos y tal, pero a esto…

Me reí y le miré.

-Es que esto no puede ser real… No puede estar pasando de verdad –sabía que mi cabeza no tardaría en abandonarme a causa de la emoción. Y si eso pasaba, podrían ocurrir dos cosas: una, que me pusiera a gritar como una loca, o dos, que me desmayara.

Eché un vistazo a la mesa de la que Harry se había levantado, y en ese momento pude reconocerles. Dougie y Tom se sentaban frente a Danny. Reían despreocupadamente.

Volví a mirar a Harry embobada, y el sonrió.

-Eh –colocó su mano en mi hombro y en ese momento ocurrió. Mi cabeza se quedó en blanco y me fallaron las piernas.

Lo último que pude sentir fue la mano de Harry alrededor de mi cintura.

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